viernes, 31 de mayo de 2019

La libertad te hace ser...


NUNCA SON LOS POLÍTICOS...
LOS LÍDERES SOMOS NOSOTROS

En los años cincuenta, en los estados del sur de Estados Unidos las personas de color eran consideradas ciudadanos de segunda categoría. Entre otras humillaciones, no podían asistir a las mismas escuelas que los blancos, usar los mismos baños, beber de las mismas fuentes o sentarse y comer en las tiendas frecuentadas por los blancos. Muchos creían que denunciar esas humillaciones sería motivo de problemas.
Pero un día de 1955 a cuatro pasajeros afroamericanos que iban en autobús en Montgomery (Alabama) se les pidió que cedieran sus sitios a unos pasajeros blancos que acababan de subir y que siguieran el trayecto de pie. Tres accedieron, pero Rosa Parks, una costurera, se negó. De golpe se quitó de encima lo que Gandhi llamó «esclavitud mental», y su acto influyó considerablemente en el posterior movimiento por los derechos civiles. Pero es importante entender que no se convirtió en una líder sólo por ser la primera y ser un ejemplo para el resto. Ser el primero en hacer algo no significa necesariamente responsabilizarse de todo lo que sigue.
Pocos días después de su arresto, un grupo llamado Women’s Political Council [Consejo Político de las Mujeres], pidió que durante un día se hiciera boicot a la red de autobuses: «Hay que frenar esto. Los negros también tienen sus derechos. Si los negros no fueran en autobús, estos no funcionarían. Tres cuartas partes de los pasajeros son negros, ahora nos arrestan o tenemos que ir de pie cuando hay asientos vacíos. Si no hacemos algo para evitar estos arrestos, irá a más. La próxima vez quizá seas tú, o tu hija, o tu madre.»
Prácticamente todo el mundo participó y se decidió seguir adelante con la protesta. Inicialmente sólo se pretendía cambiar un poco la práctica de segregación, de manera que los negros no estuvieran obligados a quedarse de pie si había asientos libres disponibles. Pero el éxito del boicot durante un día hizo que la gente se sintiera más segura y se acabó pidiendo más reformas.
Durante los meses siguientes, los negros dejaron de utilizar los autobuses y se desplazaron en taxi, andando o compartieron coches. Incluso se organizó un transporte colectivo, en gran parte gracias al apoyo de los grupos de la Iglesia.
La protesta ocasionó represalias. Se prohibieron los trayectos en taxi con tarifas reducidas. los conductores negros, incluyendo el destacado manifestante Martin Luther King, fueron arrestados por infracciones menores o supuestas. Cientos de manifestantes famosos fueron arrestados y acusados de infringir la ley antiboicot. Las pólizas de seguros de los transportes colectivos se cancelaron.
Y entonces, llegó la victoria El Tribunal Supremo de Estados Unidos, de acuerdo con los manifestantes que fueron llevados a juicio, declaró ilegal la segregación en los autobuses, y no sólo en Nashville, sino en todo Estados Unidos. Pero los manifestantes decidieron seguir evitando subir a los autobuses hasta que la ley entrara en vigor y se acabara el trato discriminatorio. Conscientes de que había mucho en juego, el Ku Klux Klan entró en el distrito de los negros, pero no tuvo el efecto habitual. EN vez de encontrar a los habitantes atemorizados y encerrados en sus casas con las luces apagadas, el Ku Klux Klan los halló sentados en las escaleras de entrada de sus casas, mirando, y algunos de ellos incluso los saludaron con la mano.
El primer día en que en los autobuses no hubo segregación tampoco hubo ningún problema. Pero después, los extremistas blancos empezaron a infundir temor, golpeando a los negros y disparándoles. Colocaron bombas en casas e iglesias. El Klan hizo alarde de su fuerza quemando cruces, pero los manifestantes mantuvieron su disciplina. Muchas personas de la población blanca, incluyendo el diario local, los pastores de la iglesia y asociaciones de empresarios de la zona, rechazaron la violencia que teóricamente se había desatado para defenderles. De repente el terrorismo cesó. La discriminación en los autobuses, en Montgomery y donde fuera, había acabado y todos aceptaron con bastante normalidad una situación que menos de un año antes habría sido inimaginable.
Un tiempo después, como resultado de una gran lucha, se garantizó la igualdad de los negros en otros ámbitos.
Quizás esto parezca algo inevitable, desde el punto de vista histórico. Pero los derechos civiles de la población negra no lo fueron. Rosa Parks es considerada un símbolo de la lucha, pero ella sola no acabó con la discriminación. Hubo mucha más gente que siguió su ejemplo y se negó a someterse.
Sería un error suponer que estos individuos fueron excepcionales, o que actuaron sin miedo. Sintieron miedo, pero aún así lo hicieron. Diane Nash tenía sólo veintiún años en 1959, cuando organizó diversas sentadas en cafeterías de Nashville reservadas para blancos. Así como otros implicados, Nash había asistido a talleres para la no violencia donde aprendió a ejercitar la protesta pacífica, pero la gente que la rodeaba estaba enfadada y gritaba, y tras quince minutos dijo con voz temblorosa: «Me permití un tiempo para tomar una decisión. O bien dimitía como presidenta por no estar a la altura, o bien superaba el miedo y seguía adelante», dice en el libro de Catherine Ingram Tras los pasos de Gandhi.
Llegado el momento, Nash logró calmarse y se quedó. Desde entonces está muy decepcionada por la manera en que los historiadores y los medios de comunicación se centran en los grandes líderes, como Parks o Martin Luther King.
Martin no era el líder. Era el portavoz, un portavoz muy elocuente y competente. Era fantástico. Pero la gente le considera sobrehumano o un santo, entonces, cuando hay algo que necesita un cambio, se tiende a decir: «Ojalá tuviéramos un líder como Martín Luther King.» Es necesario que la gente sepa que fueron las personas mismas quienes pensaron en las estrategias y lideraron el movimiento. El liderazgo carismático no nos ha dejado ser libres, y jamás lo hará, porque la libertad, por definición, exige que las personas sean conscientes de que son sus propios líderes.

John- Paul Flintoff (2012). Cómo cambiar el mundo. The School of Life / Ediciones B, Barcelona.

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