Su padre, un republicano ateo, decidió en 1935, cuando nació, ponerle el nombre de Euro, tras consultar unos pequeños libros que tenía en su casa y agradarle la sonoridad de ese nombre. Euro, que de pequeño no estaba nada conforme con el nombre porque un profesor lo llamaba Ebro, como el río, y porque era el único niño en el pueblo con este apelativo, un día, con apenas ocho años, preguntó a su padre por qué le había puesto este sustantivo como patronímico. "Él supongo que para contentarme -explica- me dijo que no me quejara porque un día mi nombre sería el más famoso del mundo y tendría mucha más importancia que la del resto de mis amigos".
miércoles, 30 de enero de 2013
Un hombre llamado Euro
Su padre, un republicano ateo, decidió en 1935, cuando nació, ponerle el nombre de Euro, tras consultar unos pequeños libros que tenía en su casa y agradarle la sonoridad de ese nombre. Euro, que de pequeño no estaba nada conforme con el nombre porque un profesor lo llamaba Ebro, como el río, y porque era el único niño en el pueblo con este apelativo, un día, con apenas ocho años, preguntó a su padre por qué le había puesto este sustantivo como patronímico. "Él supongo que para contentarme -explica- me dijo que no me quejara porque un día mi nombre sería el más famoso del mundo y tendría mucha más importancia que la del resto de mis amigos".
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